viernes, 15 de marzo de 2013

LA REBELIÓN DE ANASTASIO AQUINO 1833



En 1833, durante el período presidencial del liberal Mariano Prado, se impusieron reformas que causaron gran descontento, incluyendo un impuesto personal que la población indígena interpretó como una restauración del tributo, uno de los impuestos más injustos de la época colonial. Desde que las Cortes de Cádiz eliminaron el tributo, cada intento de volverlo a cobrar causaba gran resistencia. La rebelión de Anastasio Aquino y los nonualco se enmarca dentro de este contexto. A continuación sigue un fragmento de la narración de este episodio por el historiador Manuel Vidal. En Zacatecoluca era Aquino el único jefe. Puso de Comandante a su compañero Francisco Castro, de la raza indígena. Dispuso Anastasio ir a San Vicente, acompañado de sus tropas, 

Formadas en dos divisiones: una al mando de su hermano Blas Aquino y la otra a las órdenes de Alberto Barcaza, que era uno de sus íntimos. Salieron el14 de febrero. Los vicentinos trataron de salvarse, escondiendo sus objetos de más Valor en la Iglesia del Pilar. En la madrugada del 15, Aquino y sus huestes se encontraban en las puertas de San Vicente; los habitantes salieron a recibidos. Poseídos de temor, trataron de hacerse agradables, llevando al indio bajo palio y avivándolo, mientras que las campanas repicaban a todo vuelo. Los primeros impulsos de Aquino fueron de incendiar la población, manifestando que de esa ciudad 10 habían ido a combatir a su pueblo; mas no puso en práctica ese proyecto, gracias a la intervención del ciudadano Manuel Mariano Azmitia, de quien antes había sido servidor. Oído por Aquino, lo atendió en recuerdo a que había sido su amo y favorecedor. Fue nombrado por su gente Jefe Político de San Vicente; como tal, no pudo impedir que se saqueara la población. Los 2,000 aborígenes se dispersaron por todas partes, robando, asesinando y cometiendo toda clase de pillajes. Informando al Jefe que en la Iglesia del Pilar se encontraba lo mejor, se dirigió a ella y, rompiendo las puertas, se apoderó de lo que contenía, hacía rodar los santos por el suelo y, colocándose la diadema de San José en la cabeza, se autoproclamó ‘”Rey de los Nonualcos”.

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